Margarita Brito Fco.

sobrevivientesLas llamo mujeres de fuego, ellas son sobrevivientes de cáncer,  en su mayoría de mama,  a muchas han tenido  que cortarle un  seno, pero aún así sonríen  y diligentes acuden a darse una quimioterapia que las deja sin fuerzas, sin ganas de comer, sufriendo nauseas, vómitos y otros males, además de perder el cabello.

Siempre pienso que este tratamiento es casi peor que la  enfermedad. Se las ve con su pañuelo en la cabeza y  a las más decididas con su cabeza calva al descubierto, sin temor a que las miren.

Conversando con varias de estas valerosas mujeres en el área de Oncología del hospital Plaza de la Salud, supe también de los inconvenientes que sufren para poder darse el tratamiento, tanto por la falta de  información del hospital como de las compañías aseguradoras o ARS.

Varias de las mujeres con las que converse llegan para chequeo médico y tratamiento  de quimioterapia a tempranas horas de la mañana, para lograr consulta 10 y hasta 12 horas después.

Conocí a una señora de Azua, más de 97 kilómetros al suroeste de Santo Domingo,  llegó antes de las 8:00 de la mañana para su cita con el objetivo de que le indicaran el tratamiento de quimio, le tocó el turno número cinco, aunque las consultas iniciaban a las  4:00 de la tarde, de más está decir que se fue pasadas las 6:00 de la tarde.

Lo peor no fue eso, como no tiene familia en Santo Domingo tenía que ir a la parada de guaguas para regresar a su pueblo, pero para regresar al día siguiente, ya que como era muy tarde le dijeron que no podían darle el tratamiento.

La hija que andaba con ella me contó que hace unos meses, cuando inició la quimioterapia, debido a que no había cama, durante cinco días tuvo que ir y regresar a Azua sin  tratamiento durante cinco días  consecutivos.

Yo me pregunto, ¿ por qué no le programaron la quimio para evitarle esos viajes, tan difíciles en transporte público para una persona sana, que no será para alguien enfermo? Lo cierto  es que nadie da una explicación, nadie sabe nada.

La indolencia arropa a todo el personal. El caso de esta señora azuana no fue el único, mientras esperaba con mi mamá,  también sobreviviente de un cáncer de mama, pude conocer a otra señora de Baní, provincia Peravia, un poco más cerca de Santo Domingo que Azua.

Esta señora acude con regularidad porque deben aplicarle una  inyección no se de que. El  caso es que junto a una hija también llegó el jueves pasado a la Plaza de la Salud, poco después de las 8:00 de la mañana, pero debido a un problema con el sistema, tuvo que ir a realizar la facturación a otra edificación, en Atención Primaria. Le tocó el turno siete, pero cuando llegó la hora de su consulta eran como las 7:00 de la noche.

El mismo problema, que por lo tarde de la hora no podían ponerle la inyección, tuvo el yerno que la había ido a buscar para llevarla a la parada de autobuses, que alzar la voz malhumorado, reclamando que luego de más de 10 horas, no querían facturarle para ponerle el medicamento, pese a que en otras ocasiones sí se lo habían administrado en horas de la noche.

Luego de  mucho discutir accedieron y le pusieron la medicación, logrando retirarse del centro asistencial cerca de las 8:00 de la noche.

El caso de una señora de Boca Chica a quien hace apenas un mes le extirparon un seno y tiene que comenzar la quimioterapia, fue peor, ya que con el numero 12, era probable que fuera atendida cerca de las 9:00 de la noche, hora en que debería ir a la parada a tomar una guagua para regresar  a su hogar.

Ella tuvo que caminar  bajo un sol abrazador al mediodía desde el Instituto de Oncología a la avenida Máximo Gómez, bastante retirado, para abordar un carro público que la dejara en las proximadades del hospital Plaza de la Salud.

Con escasos recursos, previo a la cirugía se dirigió a la oficina del seguro para averiguar la diferencia que tendría que pagar, allí le dijeron que serían unos $8 mil pesos, sólo que luego estos se convirtieron en $18 mil y el día que estuvo de alta, como sólo tenía los 8 mil, no la dejaban salir.

Con el drenaje de la herida del seno abierto y el suero en la otra mano, que  pedía le quitaran, para estar más cómoda, cerca de las 6:00 de la tarde fue a la oficina de la ARS (seguros) para investigar por qué le dijeron que la diferencia a pagar sería de 8 mil, cuando ahora le cobraban 18 mil.

Sólo  le dijeron que era un error. El caso es que la de alta se la dieron antes del mediodía y ya eran las 9:00 de la noche y aún no había podido irse a su casa. Un familiar de aquí de la ciudad le diligenció unos cuatro mil pesos. A esa hora del seguro le llamaron y le dijeron que habían hecho una rectificación y que  solo iba  a pagar 11 mil pesos.

A esa hora pudo salir a su casa. Pero ayer jueves  tampoco estuvo de suerte, con apenas el pasaje para irse a su casa, tuvo que esperar pasadas las 8:00 de la noche, cuando salimos del hospital (nosotros habíamos llegado al mediodía), para consulta, aunque por la hora ya sabía que tendría que regresar al día siguiente para recibir la quimioterapia, que tantas reacciones adversas tiene.

Sin embargo, me sorprendió su entusiasmo, «yo tengo cáncer, pero me voy a curar por la gracia de Dios», dijo sonriendo, mientras narraba como tuvo que caminar bajo el sofocante sol de las 12 del mediodía para llegar a la Plaza.

Como ellas varias mujeres más narraron que se habían pasado el día en el hospital, algunas a la espera buscaron la sombra de un árbol para descansar un poco, recostadas sobre una manta o sobre la cartera, mientras los minutos pasaban lentamente.

Lo cierto es que ser pobre, tener cáncer, sufrir el tratamiento de la quimioterapia tras extirparte un órgano es una combinación para la   tristeza y la depresión, pero no para estas mujeres que sacan ánimo para dar a otros y mantienen siempre una sonrisa.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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