Margarita Brito

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No se si lo han notado, pero los dominicanos somos muy orgullosos de nuestros símbolos patrios: la Bandera tricolor, el escudo y el Himno Nacional.

Especialmente cuando lo escuchamos lejos de la patria en eventos internacionales o vemos la Bandera Nacional ondear al viento, sentimos un sentimiento tan grande que es muy difícil de definir.

Este pensamiento me llegó a la mente mientras manejaba por la avenida Kennedy hasta la plaza Galerías 360 para hacer un reportaje sobre los hermosos calendarios de Japón, una exhibición que se inauguró hace unos días en el centro comercial.

Y como los pensamientos que vienen y van, a veces por algo que se ha visto, un olor o perfume especial, en esta ocasión fue ver una banderita en la calle. De repente recordé un caso ocurrido hace ya más de 20  años, cuando un médico amigo, con mucha sensibilidad social, quiso lanzarse al ruedo político, formando su propio partido.

Para la ocasión invitó a muchos amigos, conocidos, pacientes, compañeros de trabajo, en fin el local alquilado muy próximo a la avenida Winston Churchill esta repleto de personas. Fue como preparar una gran fiesta de gala.

Todo marchaba bien, mi amigo médico presentó su proyecto político, se leyó una semblanza de su vida y hasta una artista cantó…  pero craso error, casi al finalizar del acto, cerca de la una de la tarde fue que alguien, ya no recuerdo quien, se dio cuenta de que para iniciar el evento, no se interpretaron las notas del Himno Nacional.

Se trató de enmendar el error poniendo la grabación del Himno al final, pero ya no era igual, se había cometido una falla, el acto se había deslucido.

Muchas personas se enojaron, cualquiera podría pensar que no era motivo, fue un olvido, un error, pero la gente cuchicheaba molesta por lo bajo y decían que era inconcebible.

Lo cierto es que el hecho dejó un mal sabor de boca en los asistentes, que no perdonaron el olvido. Tan es así, que no se si tendría que ver con el olvido, pero la verdad es que el proyecto político fue un nati muerto, no pasó de ahí. Mi amigo decidió seguir ejerciendo la medicina solamente.

Lo cierto es que sin darnos cuenta el respeto a los símbolos patrios se impone, son parte de la idiiosincrasia del dominicano, que nos distingue como pueblo, como grupo social y cultural, de ahí la importancia de inculcar ese respeto a los niños de hoy, que serán los hombres de un mañana no tan lejano.

 

 

 

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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