Texto y fotos: Jorge Casado                       

  Vivimos en la prisa del día a día , a ciegas, obviando los detalles.

Transcurrimos en el trabajo, responsables, monetizando al máximo las horas que extrañan nuestros familiares.

 De la calle desconocemos los sonidos afables y ruidos  de la ciudad que muchas veces nos alertan,  con par de audífonos puestos, que nos muestra a los ojos una mímica aislante, que nos tiende a deshumanizar.

Estamos atentos como lechuzas en la noche a tantos hechos violentos y morbosos para ser los primeros en contaminar las redes  y estresar a millones de seguidores que escasamente reciben noticias  de regocijo o alentadoras.

Recriminamos a nuestros hijos si sus notas no son las esperadas al final de año, pero no los felicitamos cuando reciben reconocimientos y se superan comprometidos en ser útiles a la sociedad

Nos sentamos frente al mar una tarde normal y nos perdemos desde la orilla al horizonte, entre sus azules y verdes degradados, con la brisa que susurra al oído un canto indefinido y acariciador sin ningún costo, a pesar de todo no somos capaces de agradecer al Creador su regalo.

Cuando podamos imaginar o volar como palomas silvestres en medio de un amanecer, envueltos en la magia de un nuevo día alegre, que nos haga pronunciar por doquiera mil bendiciones, haciéndose un eco universal de agradecimiento y respeto a la vida..seremos más humanos.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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