Margarita Brito Fco.
De repente uno siente un olor,un aroma, sea de perfume, de pan recién horneado, que provocan una descarga en tu memoria, acuden a tu mente recuerdos de gente y de hechos que no recordabas.
Un gesto que haces de forma inconsciente y te llega a la memoria aquella amiga que dejaste de ver hace tiempo y que te enteraste que murió luego de años de que sucediera.
Y manejando tu vehículo, de pronto una frase de una canción te hace recordar cosas de tu niñez, cuando tu vivías, tal y como escribió José Martí “la edad de oro”.
Y rememoro de pronto cuando no entendía de ironías ni de cinismos o chistes machistas.
Recuerdo un muñequito (comics) que salía frecuentemente en un periódico de circulación nacional y cuyos chistes en una redacción era a costa de las supuestas estupideces de la mujer.
Eran tiempos en que sólo por el hecho de ser mujer se les atribuían muchas deficiencias, sólo por su sexo. Qué ironía, pero cómo dice el disco “yo no lo sabía”, en mi ingenuidad me preguntaba por qué las mujeres no sabían conducir un vehículo y hacer otras cosas por el estilo.
Era la forma de los hombres, todavía lo hacen, mostrar su supuesta superioridad sobre el llamado sexo débil, que no es tal sino todo lo contrario.
Hoy está demostrado científicamente que es todo lo contrario, ya que la mujer puede realizar varias cosas a la vez debido a que hace funcionar sus dos hemisferios cerebrales, mientras el hombre no puede hacerlo.
Nada, me llegó de repente ese recuerdo, tras sentir un leve aroma a tinta de la que se utilizan para imprimir los periódicos, pero también recordé a Matilde Fabián cuando sentí el olor a pan recién horneado al partír un pedacito de una baguette integral, como tantas tardes hacía para repartir en la redacción cuando laboramos en Listín Diario.
Cómo recordé a doña Yolanda de Benzan al ver a una persona mientras hablaba y recortaba sus uñas con unas tijeras, porque los recuerdos van y vienen independientemente de lo que hacemos.