París, Francia.- Sin lugar a dudas uno de los mayores atractivos de París es el Museo de Louvre, el museo nacional de Francia, un verdadero paseo por el arte y la cultura universal.
La emoción recorre al visitante al poder observar de cerca obras de arte de las que sólo ha oido hablar, leido en libros o periódicos o visto en la televisión. Sin embargo, aunque en el verano el tiempo es ideal, la mayoría de los turistas, especialmente latinos y caribeños, aprovechan la temporada y caminar por las enormes salas del museo, se hace difícil a cualquier hora.
En sus salas y pasillos pueden observar pinturas, esculturas antiguas de Grecia, Italia, Egipto, y otros países.
El Louvre es uno de los museos más importantes del mundo ubicado en París, en el antiguo palacio real del Louvre. Su amplia variedad de obras son el resultado del coleccionismo desarrollado por la monarquía francesa a lo largo de varios siglos, al esfuerzo de los hombres de la Ilustración, de la Revolución francesa y compras impulsadas durante todo el siglo XIX.
Su historia
Abierto en 1793 significó el traspaso de las colecciones privadas de las clases dirigentes (monarquía, aristocracia e Iglesia) a galerías de propiedad pública para disfrute de toda la sociedad, por lo que el Louvre constituyó el precedente de todos los grandes museos del mundo.
Es el museo de arte más visitado, donde pueden admirarse diversas obras maestras, entre estas la Gioconda o Monalisa de Leonardo da Vinci. El viejo palacio de Louvre, reconvertido en palacio real fue construido en el siglo XII,y reconstruido más tarde. Posteriormente embellecido y con ampliado, los monarcas Francisco I y Enrique II planearon reformas para hacer residencia real renacentista.
Fue la reina Catalina de Médicis la que esbozó el proyecto que hizo del Louvre el gran palacio que es actualmente, labor que continuó Enrique IV después de las guerras de religión. En sus mejoras arquitectónicas y decorativas han trabajado múltiples artistas a lo largo de varios siglos, desde Claude Perrault y los pintores Simon Vouet y Charles Le Brun en el XVII hasta Delacroix y Georges Braque, quienes pintaron algunos de sus techos.
Restos de la fortaleza original sobre la que se construyó el palacio todavía se conservan. La construcción del Palacio de Versalles, agilizada bajo el reinado de Luis XIV, hizo que el Louvre quedara desocupado por la familia real a finales del siglo XVII. Se mudaron a él en el siglo XVIII, la Academia Francesa y después las restantes academias, para realizar exposiciones anuales de la Real Academia de Pintura y Escultura.
Tras la Revolución francesa que implicó la abolición de la monarquía, el Palacio del Louvre fue destinado (por decreto de mayo de 1791) a funciones artísticas y científicas, concentrándose en él al año siguiente las colecciones de la corona.
Parte del Louvre se abrió por primera vez al público como museo el 8 de noviembre de 1793. Lo novedoso de la medida fue que se nacionalizaron bienes de propiedad real, y que el acceso era libre pues no se limitaba al público culto ni se regulaba mediante visitas concertadas, como sí ocurría en los Uffizi y en el Museo del Prado durante sus primeros años.
El enorme museo, cuyas salas y pasillos marcan un recorrido de varios kilómetros, fue sometido a una ambiciosa modernización en la década de 1980, cuyo elemento más visible fue la pirámide de cristal.
Fue diseñada por el arquitecto Ieoh Ming Pei e inaugurada en 1989 para centralizar el acceso de los visitantes, que descienden por ella a un recibidor subterráneo por el que se accede a las diversas alas del museo.
A pesar de tal modernización, varios sectores del Louvre seguían ocupados por organismos públicos, y sólo en fecha reciente se han desalojado y adaptado como salas de exposición. En marzo de 2004 se anunció la apertura de una nueva ala dedicada al arte del Islam.
Para su diseño se convocó un concurso internacional en 2005. Se inauguró en el 2008, con una inversión de 50 millones de euros.
El Museo del Louvre refleja el papel protagonista de Francia como potencia económica y cultural de Europa, y recoge los mejores frutos de la actividad coleccionista y de mecenazgo promovida por sus clases dirigentes a lo largo de varios siglos.
Gracias al poder de la Dinastía Borbón y de Napoleón Bonaparte, a campañas arqueológicas y a posteriores adquisiciones, cuenta actualmente con diferentes colecciones de obras de arte provenientes de civilizaciones, culturas y épocas variadas. Contiene alrededor de 300.000 piezas, de las que sólo 35.000 están expuestas.
Las colecciones del Louvre provienen de diversos orígenes:
Las colecciones reales. Los monarcas franceses mostraron, ya desde el siglo XIV, afición por adquirir obras de arte, debiendo destacarse la labor de Francisco I, quien protegió a Leonardo da Vinci en sus últimos años.
Con todo, la colección real era relativamente pequeña hasta que Luis XIV adquirió las colecciones del banquero Jabach y del cardenal Mazarino. Luis XV adquirió la colección del príncipe de Carignan, y Luis XVI, cuadros de las escuelas flamenca y holandesa.
La revolución francesa significó la obtención de obras de arte para el estado por diversos caminos: la supresión de las órdenes monásticas, la desafectación de las iglesias y el abandono de bienes por la nobleza huida. También, entre 1794 y 1795, llegaron obras requisadas por el ejército revolucionario en Bélgica y Holanda.
Las guerras napoleónicas significaron un notable incremento de las colecciones del Louvre, rebautizado como Museo Napoleón, pues los ejércitos requisaron obras en los distintos países invadidos.
Muchas de estas obras tuvieron que devolverse al caer el régimen napoleónico, pero algunas muy importantes quedaron en el Louvre, como Las bodas de Caná de Veronés. En 1801 la firma del Concordato obligó a devolver a las iglesias obras religiosas.
Durante los siglos XIX y XX, la colección se incrementó mediante donaciones de coleccionistas privados, así como por una política de adquisiciones que se ha centrado especialmente en la escuela francesa, que estaba representada de manera incompleta de acuerdo al gusto de los sucesivos reyes. Muchas obras medievales, del rococó y del romanticismo llegaron poco antes de 1900.
El fondo de pintura medieval italiana creció sustancialmente gracias a que Napoleón III compró la Colección Campana, propiedad del financiero italiano del mismo apellido. En fecha reciente, el diseñador Yves Saint Laurent legó un importante retrato de Goya al Louvre.
De acuerdo a una ordenación cronológica de las colecciones nacionales, el Louvre muestra obras de arte anteriores a 1848. Casi todas las obras del siglo XIX avanzado, desde el realismo (Courbet) hasta el impresionismo y Toulouse-Lautrec, fueron transferidas al Museo de Orsay, y el arte moderno y contemporáneo se exhibe en el Centro Pompidou.
El Louvre alberga varias de las obras maestras del arte universal, entre estas se encuentra la Gioconda, la pintura más célebre, debida a Leonardo Da Vinci, así como la Virgen del Canciller Rolin de Jan van Eyck, La encajera de Vermeer, la serie de grandes pinturas de La Vida de María de Médicis de Rubens, La coronación de Napoleón de Jacques-Louis David y La Libertad guiando al pueblo de Delacroix.
Además la mayor colección de obras de Poussin y que abarca un panorama desde la Edad Media hasta Ingres y Géricault. Hay que mencionar el Retrato de Luis XIV de Rigaud, Peregrinación a la isla de Citera y Gilles de Watteau, La gran odalisca de Ingres, La balsa de la Medusa de Géricault y La muerte de Sardanápalo de Delacroix.
Destacan la pintura italiana, con abundantes ejemplos desde Cimabue, Giotto, Fra Angelico (La Coronación de la Virgen), Andrea Mantegna y Paolo Uccello (La Batalla de San Romano) hasta Caravaggio (La muerte de la Virgen), Guido Reni… El repertorio del Renacimiento es singularmente rico, con el conjunto más valioso de Leonardo da Vinci (La Gioconda, La Virgen de las Rocas, San Juan Bautista…) y varias obras de Rafael Sanzio, Tiziano, Andrea del Sarto…
De los Países Bajos incluye ejemplos de primer orden desde Jan van Eyck, Rogier van der Weyden y Hans Memling hasta Rubens y Van Dyck. El repertorio holandés brilla con Rembrandt (El buey desollado), Frans Hals (La gitana) y Vermeer, con la famosa Encajera y El astrónomo. Entre las contadas muestras alemanas, destaca un Autorretrato de Durero, y las salas de pintura española incluyen a Zurbarán, Murillo, José de Ribera (El patizambo), Goya… Tristemente, ninguno de los cuadros que se asignaban a Velázquez son suyos.
Incluyen obras legendarias como los gigantescos toros alados de Mesopotamia, el Código de Hammurabi, la Venus de Milo, la Victoria de Samotracia o El escriba sentado, de la V dinastía de Egipto. El Louvre cuenta también con un fragmento de friso del Partenón de Atenas. La Gioconda, Leonardo da Vinci (1503-1506), adquirida por Francisco I es una de las obras que el visitante busca desde que llega al lugar.