El papa Benedicto XVI dijo ayer que «la destrucción de una sola vida humana
nunca puede ser justificada en términos de los beneficios que podría llevar a
otro», al hablar de las células embrionarias.

El papa recibió ayer en audiencia a los miembros de la «Conferencia
Internacional sobre células madre adultas: la ciencia y el futuro del hombre y
la cultura» encabezados por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del
Consejo Pontificio de la Cultura.

El pontífice aseguró que reconoce a la Santa Sede todo el trabajo que realiza
para promover iniciativas culturales y educativas destinadas a apoyar
investigaciones de alto nivel científico sobre las células madre adultas y la
exploración de los aspectos culturales, éticos y implicaciones antropológicas de
su uso.

La investigación científica «es una oportunidad única para explorar las
maravillas del universo, la complejidad de la naturaleza y la belleza distintiva
de la vida, incluyendo la vida humana», aseveró.

Sin embargo, «dado que los seres humanos están dotados de un alma inmortal y
se crean a imagen y semejanza de Dios, hay dimensiones de la existencia humana
que están más allá de los límites de lo que las ciencias naturales son
competentes en determinar».

Para el papa, si se superan estos límites, «existe un grave riesgo para que
la única dignidad e inviolabilidad de la vida humana pueda ser puramente
subordinada a consideraciones utilitarias».

Pero si se respeten estos límites, «la ciencia puede hacer una contribución
realmente notable para salvaguardar y promover la dignidad del hombre: de hecho,
aquí radica su verdadera utilidad», refirió.

El hombre -manifestó Benedicto XVI-, es el agente de la investigación
científica, pero a veces, en su naturaleza biológica, constituye el objeto de la
investigación.

Sin embargo -agregó-, «su dignidad trascendente le da derecho a permanecer,
siempre a ser el beneficiario último de la investigación científica y no que se
reduzca a la de puro instrumento».

En este sentido, «los beneficios potenciales de la investigación con células
madre adultas son muy considerables, ya que abre nuevas posibilidades para la
curación de las enfermedades degenerativas crónicas, reparando y restaurando en
el tejido dañado su capacidad de regeneración».

Y reiteró que los que abogan por la investigación con células madre
embrionarias, con la esperanza de lograr tal resultado «cometen el grave error
de negar el derecho inalienable a la vida de todos los seres humanos desde el
momento de la concepción hasta la muerte natural».

Sin embargo, en general, señaló el pontífice que «no hay problemas éticos
cuando las células madre se extraen de los tejidos de un organismo adulto, de la
sangre del cordón umbilical en el momento del nacimiento, o de tejidos de fetos
muertos de muerte natural».

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