El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez afirmó ayer que ni en el país, ni en el mundo puede haber paz mientras no se respete la vida y el bienestar de las personas y reiteró su rechazo al matrimonio entre homosexual y al aborto.
El aao habló en la Catedral en la mañana de ayer en una misa a la asistió el presidente Danilo Medina en ocasión del Año Nuevo y de la Jornada Mundial de la Paz, donde resaltó el mensaje del papa Benedicto XVI, y en una eucaristía por la celebración de las fiestas patronales de la parroquia Santa María Madre de Dios.
“Nos parece extraño que nos escandalicemos, con toda razón, cuando matan a una persona. Sin embargo, están matando a 60 millones de niños en el vientre de sus madres. Eso no impresiona y lo están haciendo los grandes poderes del mundo. Eso es inmoral”, dijo.
Manifestó que “continuamos trabajando para que el país tenga mejores condiciones de vida. Nos alegramos de que el Presidente siga haciendo esfuerzos; él tiene un estilo muy sencillo y dinámico”.
Calificó el matrimonio “gay”, como una vergüenza y dijo que sus promotores están equivocados.
Consideró que construir la paz es necesario un nuevo modelo de desarrollo y una visión de la economía donde los múltiples bienes, como las opciones posibles sean usadas según las perspectivas de una vida buena, una conducta recta y el bien común.
Opinó que para salir de la crisis financiera y económica se necesita de un nuevo modelo de desarrollo, de personas de instituciones y grupos que promuevan la vida y la creatividad.
“En el ámbito económico se necesitan especialmente, por parte de los Estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y de universalización de un Estado de derecho democrático”, expresó al referirse al mensaje del Papa.
Aludió al presidente Danilo Medina, al reiterar que todos los que trabajan por la paz están llamados a cultivar la pasión por el bien de la familia y la justicia social, “así como el compromiso por una educación social idónea”. Dijo que nadie puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia, célula básica de la sociedad y uno de los sujetos indispensables para una cultura de paz, y que la Iglesia se siente partícipe de esa gran responsabilidad.