El Salvador.- El primer grupo de dos mil presuntos pandilleros de El Salvador fue trasladado a la mega cárcel inaugurada por el presidente Nayib Bukele a principios del mes de febrero.
Es impresionante ver el video subido en twitter por el propio presidente Bukele, que más que la realidad parecería una gran producción de Hollywood: cientos y cientos de reclusos en calzoncillos, todos con las cabezas rapadas, llenos de tatuajes y encadenados corriendo a las decenas de autobuses, que en la madrugada salieron hacía la cárcel.
El enorme edificio está en el centro de la autodeclarada guerra contra el crimen de la administración salvadoreña.
Decenas de miles de presuntos pandilleros han sido detenidos en el país después de que se declarase el estado de emergencia debido al aumento de los asesinatos y otros delitos violentos.
La cárcel -llamada «Centro de Confinamiento del Terrorismo»- podrá albergar a más de 40.000 personas.
El presidente Bukele declaró una «guerra contra las pandillas» en marzo pasado, aprobando medidas de emergencia que se han extendido varias veces.
Las medidas de emergencia han sido controvertidas ya que limitan algunos derechos constitucionales.
Por ejemplo permiten que las fuerzas de seguridad arresten a sospechosos sin una orden judicial.
cómo fue construida en un tiempo récord de siete meses se sabe muy poco.
Los detalles permanecen en régimen de reserva por el gobierno.
Es decir, que no serán públicos por al menos dos años.
Las autoridades tampoco informaron sobre los costes de construcción ni de su futuro mantenimiento.
Los presos se quedan sentados en el suelo con las manos detrás de la cabeza rapada, apilados muy juntos, antes de ser llevados a sus celdas.
El complejo, construido en una zona rural cerca de Tecoluca, unos 74 kilómetros al sureste de la capital San Salvador, será custodiado por más de 600 efectivos de las Fuerzas Armadas y 250 de la Policía Nacional Civil, según datos del gobierno.
Un muro de más de 2 km con 11 metros de altura y coronado por alambradas electrificadas rodea las instalaciones, haciendo que apenas pueda llegar a verse parte del tejado de los pabellones y alguna de las torres de vigilancia.
Las poblaciones cercanas temen perder sus hogares si en el futuro fuera necesario su desalojo de la zona para ampliar el penal.