«Rápidamente dije que sí, hasta que me indicó que era a su suegra de 77 años, pero que no me preocupara ya que ella entrenaba religiosamente. Yo abrí los ojos sorprendida y le pedí la aprobación médica, la cual obtuvo de inmediato», sostiene.
Señala que unas semanas después conoció a doña Dolores, una dominicana que a pesar de su edad, rompiendo paradigmas y dando ejemplo a todos, se encontraba concentrada haciendo sus entrenamientos, como cualquier otro de los miembros del gimnasio.
«Planificamos la excursión y llegado el día, salimos junto a sus hijas, nietos y amigos, rumbo a nuestro objetivo, la cumbre de Las Antillas. Doña Dolo (cómo le decimos de cariño) me pidió que quería llegar a la cumbre caminando y yo tuve el privilegio de ser su “Sherpa” durante esta experiencia, caminando a su lado el trayecto completo.»
Resalta que No afectó su ánimo ni la lluvia, ni las piedras sueltas, ni la famosa (mal llamada) Loma del Arrepentimiento… en todo momento se mostraba feliz y agradecida de la oportunidad de vivir esta experiencia junto a su familia. Ella disfrutaba todo, ver la naturaleza, las flores, el sol… »
Asegura que no se quejó en ningún momento, algo sorprendente, ya que la cumbre se encuentra a 3,098 metros sobre el nivel del mar y el ascenso es por un camino empinado, pedregoso e inestable y aún así, doña Dolo no parecía notarlo. Incluso se detenía a esperar a los que venían rezagados.
En el momento de llegar a la cumbre doña Lolo (Dolores) se mostró emocionada, y tras llegar recibió una merecida medalla.