Santo Domingo.- No juzgo a nadie, pero debo decir que el aborto es algo que sobrecoje. Recuerdo que una amiga, a la que hace años que no veo, me confió que se había practicado un aborto, aunque no dije nada, esa noticia me conmocionó.

Mientras ella me explicaba que su esposo le habia sido infiel, yo pensaba en ese niño que no llegó a nacer y que no tenía culpa de nada. Ella decía que no iba a parir otro hijo ( tenían dos) a un infiel y yo me maravillaba de su sangre fría, como si de una venganza se tratara.

Luego de que me contara de su aborto nos fuimos alejando, quizas porque me di cuenta de que teníamos formas diferente de pensar, al punto de que hace años que perdimos contacto.

Desde el instante en que un bebé es concebido esa es una vida que nadie tiene derecho a matar.

Recuerdo la primera sonografía que le hicieron a mi hija estando embarazada, fue como una fotografía. Ella apenas tenía tres meses de embarazo pero el rostro que se vislumbraba era el mismo con el que la bebé nació, era increíble, como un milagro.

Aconsejaría a cualquiera que haya pensado en la posibilidad de abortar a un hijo, tomarse tiempo y pensarlo, no llevarse de amigas sino de su corazón. Es posible que ese hijo, cuya vida quiere matar antes de nacer sea la diferencia entre una vida vacía, árida y sin amor, a otra llena de amor y esperanzas, pese a las dificultades.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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