Las modelos dominicanas hablaronn sobre el éxito en el mundo de la moda y la redefinición de la noción de belleza en su país de origen.

El periódico New York Times (nytimes.com) destaca el éxito de las modelos dominicanas en las pasarelas internacionales, en un reportaje titulado «Dominicans models on the rise», escrito por Concepción de León.

» Así fue como una nueva generación de modelos
dominicanas se apoderó de las pasarelas. Ellas siguen
cambiando nuestra idea de cómo luce la belleza», destaca la autora.


Concepción de León

Descubierta cuando iba a clases

Cuando Licett Morillo, ahora de 23 años, abandonó República Dominicana para irse a Milán en 2018, tuvo poco tiempo para dudar de sí misma. Un mes antes, en las calles de Santo Domingo, su majestuosa cara había llamado la atención de un reclutador de modelos mientras corría hacia su clase de inglés. Poco después, Morillo consiguió su primer casting para Prada. Allí, rodeada de cientos de chicas, recuerda haber pensado: “No, esto no va a funcionar”.

Pero funcionó. Morillo fue seleccionada para cerrar el show de primavera 2019 de Prada — un honor — y en los últimos años, su ascenso se ha replicado muchas veces: modelos dominicanas (y dominicanas estadounidenses) como Annibelis Báez, Luisana González, Melanie Perez y Diloné han aparecido en pasarelas de Valentino a Saint Laurent.

Ellas son parte de un cambio mayor en la industria. Solo en la última temporada de otoño, cerca del 40% de las modelos que desfilaron en Londres, Milán y París fueron mujeres de color, frente al 17 por ciento en 2014, cuando el sitio de noticias de moda Fashion Spot comenzó a rastrear la diversidad racial en las pasarelas. En Nueva York, cerca del 46 por ciento de las modelos que desfilaron en la pasarela eran mujeres de color.

La moda ha enaltecido (o en algunos casos, convertido en fetiche) a ciertos grupos étnicos, cuya súbita prominencia y ubicuidad generalmente se atribuyen a un solo rostro sobresaliente. A inicios del siglo, la rusa Natalia Vodianova fue parte de una ola de modelos del antiguo bloque oriental, apreciadas por sus rasgos angulares y su piel casi traslúcida. El creciente poder económico de China ayudó a abrirle paso a Liu Wen y Fei Fei Sun.

Cada etapa fue reduccionista a su manera. Pero la idea de negritud y belleza siempre ha sido particular; las modelos negras de los años 70, por ejemplo, generalmente triunfaban si tenían la piel clara o poseían rasgos aparentemente europeos. La definición se expandió en los ochenta y los noventa, con la llegada de la británica-jamaicana Naomi Campbell y la sursudanesa-británica Alek Wek, pero rara vez había más que unas pocas representantes. La “diversidad” venía con una cuota estricta.

Hoy en día, las modelos negras de ascendencia afro de muy distintas pieles, pelo y apariencia reflejan, en su diversidad de presentación y orígenes, una identidad más auténtica en la moda: desde Adesuwa Aighewi, una estadounidense de raíces tailandesas, chinas y nigerianas, y Anok Yai, una estadounidense nacida en Sudán del Sur, a la sursudanesa-australiana Adut Akech y la somalí (por vía de Des Moines) que usa hiyab, Ugbad Abdi. Pero la heterogeneidad racial y étnica de Latinoamérica no ha recibido el mismo trato. El surgimiento de modelos brasileñas en los noventa, por ejemplo, favoreció casi siempre a modelos blancas y bronceadas, como Gisele Bündchen y Adriana Lima. Es por eso que las mujeres originarias de la República Dominicana, la mayoría de las cuales son afrolatinas, finalmente ofrecen una visión más amplia de la diversidad racial de América Latina.

Aunque modelos como Morillo han llegado a representar el avance social en el mundo de la moda estadounidense y europeo, su identidad en la República Dominicana (y en el resto de Latinoamérica) es más compleja. República Dominicana fue colonizada por los españoles en el siglo XV y fue donde se esclavizaron a los primeros africanos en el Nuevo Mundo.

Pero alguna vez fue la tierra del grupo indígena taíno, que, aunque en gran parte fue eliminado por los españoles, aún es inseparable de los mitos y la historia del país. Los dominicanos siempre han estado orgullosos de su mestizaje inherente, o ‘etnicidad mixta’.

“En la República Dominicana”, dice Anyelina Rosa, de 19 años, “no usamos ese lenguaje de si somos blancos o negros, porque mi color es muy común y normal”. Cerca del 90 por ciento de la población de la isla es mestiza o negra (solo un 13 por ciento se identifica como blanca) según una encuesta de población reciente, y aunque la mayoría de los estadounidenses o europeos etiquetarían a estas modelos como negras, una persona en la República Dominicana las podría describir como morena, trigueña, jabada o india; todas son palabras comunes que se usan para denotar diferentes gradaciones de piel oscura pero no necesariamente negritud.

Hasta cierto punto, también, la identidad cultural de la nación fue forjada en oposición a Haití, el país asumidamente negro al otro lado de la isla, que mantuvo brevemente a Santo Domingo bajo su dominio en el siglo XIX y que históricamente ha sido ridiculizado por la clase dominante dominicana, al punto de celebrar su Día de la Independencia en el día de la secesión de Haití, en lugar de la de España.

(No importa que fue bajo el dominio francés y haitiano que la abolición de la esclavitud se logró dos veces —primero en 1801 y luego en 1822— ni que las huellas de las raíces africanas de la República Dominicana ya estaban presentes en casi toda su cultura).

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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