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La mamá de una amiga tiene una grave dolencia en el corazón y los pulmones por la que ha estado varias veces interna en divrsos hospitales, esta vez tuvo que ser llevada de urgencia al Hospital del Seguro Social Salvador B Gaultier, donde lleva ya 10 días en el área de emergencia.

Mi amiga me cuenta las vicisitudes que tanto su madre como ella están pasando, aparte de su enfermedad, por la contaminación en el lugar, en el cual hay cucarachas y un hedor insoportable.

Con un tanque de oxígeno que la ayuda a respirar, sus venas prácticamente se han secado de tanta sangre que le han sacado, por lo que ahora le sacan sangre por una pierna o por el ombligo, con el consiguiente dolor que eso le causa.

En estos 10 días en la emergencia del Seguro Social, a diario le sacan dos o tres tubitos de sangre, pero para ello los familiares deben primero ir al hospital Plaza de la Salud a buscar los tubos y luego retornar con las muestras de san
gre, pero sobre todo pagarlas. Para una familia pobre, este gasto extra en análisis de sangres, además de otros, como en comida en una cafetería cercana, deja los bolsillos de por sí vacíos en rotos.

Pero lo peor son las noches, cuando el familiar que se queda debe intentar dormir en dos sillas, por la incomodidad y el dolor en el cuerpo que que queda.

Desde que está recluida en la emergencia ha visto morir a varias personas que también llevaban días en esa zona, pero también ha visto como eran subidos a sala otros que estaban esa área.
Mi amiga se queja de la indiferencia de los médicos, que en ocasiones prestan más atención a sus celulares y a las conversaciones que mantienen entre ellos.
Me dice que en la emergencia no hay sabanas, tuvo que llevarle una a su madre y que le partió el alma ver a un viejito enfermo, en una de las camas, tiritando del frio del aire acondicionado, sin una sabana y vestido apenas con un pañal desechable.
La verdad es que es una situación penosa, donde el hospital más que enfermos tiene un cementerio de muertos vivos.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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