Ciudad del Vaticano, Roma, Italia.
El papa Benedicto XVI mostró su lado más humano y emotivo ante unas 200.000 personas que se congregaron en la Plaza de San Pedro para despedirle en su última audiencia general, un día antes de hacer efectiva su renuncia a la silla de Pedro.
La muchedumbre agitaba banderas de todo el mundo coreando el nombre de Benedicto, mientras ante el pórtico de la Basílica de San Pedro, los purpurados, sentados de cara a la plaza, aguardaban la llegada del pontífice, de 86 años.
Cuando el papa apareció a bordo del papamóvil, la ovación ha sido tan general que hasta las palomas y gaviotas que revoloteaban sobre la explanada han cambiado el rumbo de su vuelo.
Benedicto XVI recorrió a bordo del papamóvil junto a su secretario particular, Georg Ganswein, la gran explanada para acercarse más a los fieles y peregrinos que trataban de inmortalizar con sus cámaras el momento histórico, y con una parada puntual para coger en brazos a un recién nacido y bendecirlo.
Después, la alocución del papa alemán los peregrino guardaron un profundo silencio, roto de vez en cuando por fuertes aplausos ante las sinceras y sencillas palabras pronunciadas con voz trémula por Benedicto XVI.
El papa expresó cómo se ha sentido durante su pontificado, en el que reconoció hubo momentos de contrariedad y dijo que su decisión de renunciar no fue por motivos particulares, sino por el bien de la Iglesia.
«No abandono la Cruz», dijo y fue largamente aplaudido por casi todos, cada vez más emocionados, mientras el papa sin inmutarse aseguraba que «la Iglesia está viva».
A medida que el papa avanzaba en su discurso sobre el proceso de su renuncia el silencio se tornaba en clara conmoción de los allí presentes.
«He dado este paso conociendo su profunda gravedad y novedad, pero con un ánimo sereno», afirmó y habló de la barca de Pedro que sólo el Señor la conduce.
Al finalizar su discurso, las gentes aclamaron, aplaudieron, nombraron, ovacionaron al papa durante largos minutos, y muchas de las gentes, lloraban.
«Ha sido una alocución muy personal respecto a otras audiencias», dijo a Efe el sacerdote Italiano Ettore Russo, de 42 años, «ha puesto mucho corazón, mucha intimidad. Ha hablado con la sinceridad con la que habla el padre al hijo, un hermano a su hermana».
«Se respiraba conmoción en el aire», agregó.
Para Antonello Jagen, de Trieste, la ceremonia ha sido «absolutamente maravillosa. El papa ha dejado un increíble testimonio de fe y de servicio a la Iglesia».
Rodeadas de banderas españolas, un grupo de veinte mujeres se fotografiaban en la Plaza de San Pedro para inmortalizar el «momento histórico» que supone la celebración de la última audiencia pública del también Obispo de Roma.
«Benedicto XVI es el legado de la fe usando la razón» y «nos ha ayudado espiritualmente», afirmaron las españolas, que quisieron dejar constancia que habían viajado a Roma para despedir al papa Ratzinger dejando un total de 74 hijos en España.