José Rafael Sosa

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La actuación multivalente de estas seis mujeres, de generaciones y experiencias diferentes, vale todo lo que se pueda hacer para verlas en el Palacio de Bellas Artes, una propuesta montada con mucho mayor dosis de sacrificio de lo que ordinariamente implica un proyecto de esta naturaleza, matizada por la calidad de su texto (Robert Harling), la limpieza con que se han ejecutado sus aspectos técnicos.

Iluminación, escenografía, vestuario, peluquería, aspectos que han sido desarrollados con perfección extrema para ubicar estos factores a la altura histriónica de lo que entregan en escena Elvira Taveras, Olga Bucarelly, Yanela Hernández, Yamilé Scheker, Hony Estrella y Naslha Bogaert, dejando sentada una impronta actoral difícilmente superable para el teatro dominicano contemporáneo.

La líder interpretativa es la Taveras, más que efectiva en su personaje eje relator de la historia, ratificando el reconocimiento al trayecto hecho a fuerza de un temperamento que rompió formalismos escénicos.

Junto a la cual la Hony Estrella, que está exquisita; Olga Bucarelly es todo un espejo de hilaridad bien conducida, justa y de una comicidad críticamente selectiva; la Yanela, ¡Cuánto alegra que haya logrado un papel que nos deja ver la actriz versátil y ríspida que nos ha escamoteado la maestría de ceremonias: la Shecker es un postre escénico que llega el humor profundo y se filtra entre los poros de un publico

sensitivo  y una Naslha Bogaert que ha logrado despedirse con glorias de la imagen de cara bonita para mostrar su ser actoral de buen matiz y quien saca con dignidad unos procesos de transformación convincentes.

Mención especial merece Naslha Bogaert  merece quien ha logrado dotar su personaje, también expresión de un proceso de cambios, al punto de resaltar notablemente incluso para compartir una estelaridad (sin competir lógicamente) con las atrices veteranas. Hay que tomarla en serio porque se trata de un diamante histrónico en proceso y con brillantes perspectivas, de las que comporta la nueva generación actoral dominicana.

Esta chica ha logrado despedirse con glorias de la imagen de cara bonita para mostrar su ser actoral de buen matiz y quien saca con dignidad unos procesos de transformación convincentes.

Juancito Rodríguez y Hony Estrella promotores de un gran proyecto teatral afamado internacionalmente pueden estar tranquilos al final de un proceso cargado de esfuerzos más allá de lo humano, de sobresaltos, de idas y venidas.

Ellos lograron reunir un elenco de actrices todas estrellas, con diversos niveles de experiencia. Fue oportuno y crucial el respaldo del Centro Franklin, sección cultural de la Embajada de Estados Unidos. Tuvieron dificultades y valladares para escribir una novela en el proceso, pero salieron adelante con la acertada la dirección de Franklin Domínguez.

Magnolias de Acero se siente como tal, con la misma fuerza con que La pieza expone con virtuosismo  la resistencia y solidaridad entre mujeres ante los sórdidos  golpes cotidianos.

El estreno del montaje de Magnolias de Acero,  de Robert Harling, (que tendrá efecto solo este fin de semana) es una muestra de estelaridad interpretativa,  de una  notable actuación de conjunto por parte de seis actrices que se  comprometieron a dar vida fiel, convincente y seductora a sus personajes, pese a pertenecer a distintas generaciones actorales y contar con trayectorias y experiencias distintas.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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