Los japoneses recuerdan este  11 de marzo a las víctimas del terremoto y el tsunami ocurrido hace un año, donde más de 20 mi personas perdieron la vida.

Hace un año, un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter se sintió en las profundidades del mar próximas a la costa oriental de Sendai, capital de la prefectura de Miyagi. El temblor provocó olas de maremoto de más de 40 metros de altura. Y este tsunami alcanzó con su furia el peor de los objetivos: la central atómica de Fukushima.

Un reporte de la Deustche Welle de Alemania, destaca que al dìa de hoy, los efectos de esta catástrofe, sigue haciendo difícil la vida a  a muchos otros miles. A un año de la catástrofe que volvió a recordar los terribles sucesos –y consecuencias- de la explosión nuclear de Chernobyll, para algunos ya ha empezado a disolverse en la memoria de los desastres históricos que azotan al mundo de vez en cuado. Para otros, no obstante, sigue tan viva como el primer día.

«Sobre Fukushima se cierne una considerable cantidad de radiación, especialmente en zonas con concentración de agua», dice Heinz Smital.

“Fukushima es una localidad grande con 300.000, quizás 380.000 habitantes. Cuando se observa desde la montaña, se puede ver un mar infinito de casas, rascacielos, una ciudad muy viva. Pero sobre ella se cierne una considerable cantidad de radiación, especialmente en zonas con concentración de agua. Cerca de la estación, por ejemplo, hemos obtenido resultados de 70 microsieverts por hora – un nivel de radiación mil veces mayor al registrado antes de la catástrofe.”

Heinz Smital, experto nuclear de la organización medioambiental Greenpeace. Smital estuvo en Fukushima pocos días después de que se detonara la catástrofe, y ahora se encuentra de nuevo allí para observar la situación, los avances realizados y los campos a mejorar.

“Nuestra tarea es evaluar las condiciones de vida de la gente y dónde podría el Gobierno actuar de forma más contundente”, explica Smital. “Por ejemplo, cuando se va a un parque se pueden apreciar pequeños carteles que dicen que las personas no deben permanecer más de una hora, o que los niños no deben tocar la tierra. Pero estas medidas son muy pobres. La gente se siente muy insegura, muchos ya se han ido. El Gobierno está centrado por el momento en los reactores, y en una posible nueva contaminación de las zonas de alrededor de los reactores. No es lo correcto: se debería centrar en las zonas donde viven las personas y en ayudarlas desde ahí.”

Un tsunami de protestas

El efecto dominó de Fukushima, no obstante, no se detuvo sólo en Japón. La explosión del reactor nuclear hizo caer la primera ficha de una larga hilera de protestas por todo el mundo contra los peligros de la energía nuclear. Y en Alemania, los efectos se hicieron notar especialmente.

A principios del año 2000, el Gobierno tomó la decisión de prescindir del programa de energía nuclear de Alemania con un apagón progresivo que duraría hasta el año 2022. Pero dos meses antes de los sucesos de Fukushima, el Gobierno conservador cambió estos planes y alargaron la vida útil de las plantas atómicas alemanas otros 12 años. Hasta que la tragedia de Japón hizo que se les atragantara la propuesta.

Cientos de miles de personas protestaron por todo el país por el cierre definitivo de las plantas nucleares en Alemania. Las juventudes verdes se hicieron oír más que nunca. “No deseo decir que hay algo positivo en la tragedia de Fukushima, pero si hay algo que podemos aprender de ello es que la energía nuclear es peligrosa y no se debe usar”, sentencia Karl Bär, portavoz de la organización de jóvenes del Partido Verde.

“La gente del instituto, de mi instituto, que no estaban particularmente interesados en política hasta entonces o que tenían opiniones diferentes, se unió en ese momento por un mismo objetivo”, recuerda Freia Then, de la organización Jóvenes Verdes.

El Gobierno alemán apenas tardó unos meses en revocar su anterior decisión. Angela Merkel anunció el apagón nuclear definitivo para el año 2022, para la alegría de muchos. Casi todos.

“Me pregunto qué pasaría si para el año 2018-2019 nos diéramos cuenta que de todavía no hemos desarrollado las energías renovables tanto como para compensar por la falta de energía nuclear” comenta Christopher Förster, joven político conservador local del distrito multicultural berlinés Neukölln. “Tendríamos escasez de electricidad, y sería un gran escándalo. Entonces no sería tan mala idea tener al menos un par de reservas nucleares a las que aferrarnos.”

En realidad, menos de un quinto de la energía total producida en Alemania proviene de plantas nucleares, y la energía para uso doméstico proviene en mayor medida de fuentes renovables. Aún así, se da la posibilidad de que con el apagón nuclear suban los precios de la electricidad en Alemania.

La opinión general es que la gente no quiere pagar más por su electricidad, pero tampoco quieren depender de la energía nuclear. Tras la tragedia de Fukushima, es una opción que, sencillamente, ya no se contempla. El país pone sus ojos en las energías renovables, esperando que así se eviten desastres de tal magnitud en el futuro.

Por admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *