Hace unas semanas visité una empresa grande por el tamaño de sus instalaciones, pues tiene varias edificaciones, así como por el numero de trabajadores con los que cuenta.

Por doquier hay letreros de sus objetivos generales y específicos, así como de sus valores y de su responsabilidad social y su compromiso con desarrollo sostenible y la protección medioambiental y mucho ‘bla,bla, bla’ mas.

El personal es amable y pude ver a gran parte de los obreros realizando su trabajo con esmero y rapidez en toda la empresa, para cargar camiones y no se que otras labores.

Como tenía varias horas en el lugar, quise ir al baño a lavarme las manos y la cara por el calor sofocante del clima caribeño, junto a mi varias jóvenes también buscaban el lugar. Un trabajador nos indicó la puerta de donde estaba  y hacia allí nos dirigimos.  Llegamos a entrar y quedamos »boqui-abiertas», pero en ese momento regresó el hombre que nos había indicado donde estaban los baños y nos sugirió que fuéramos al baño de la administración, así que nos dirigimos al lugar al que se llegaba tras cruzar una calle y recorrer un largo pasillo.

Llegar allí fue otra sorpresa, porque la diferencia entre el lugar de aseo de la administración y los baños que supongo es de los trabajadores  era abismal.

Desde los lavamanos, los cubículos sanitarios, el aire acondicionado a…todo! Mientras los primeros baños al que entramos y del que salimos con los ojos como dos monedas de 50 centavos eran… cubículos móviles !, de esos que se utilizan en espectáculos al aire libre, con pisos de cemento, sin aire, todo instalado en un anexo hecho en otro material, como de laminas, casi en la acera, que de lejos se nota fue construido después de haber levantado la edificación.

Una de las jóvenes que había entrado conmigo comentó que en pleno siglo 21 los trabajadores siguen siendo tratados como hace mas de cien años y que pese  a todo lo que se habla de igualdad, todo se queda en palabras.

Yo Asentí y señalé que todo se queda en el papel, pero que la realidad es diferente y que las cosas no han cambiado tanto, como se quiere hacer creer.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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