Santo Domingo.- Tenía que hacer una diligencia en la avenida Duarte, una de las arterias comerciales más transitadas de la ciudad, en la que los tapones vehiculares son comunes, con conductores de carros públicos, autobuses, minibuses, motoristas y triciclos que hacen malabares tratando de avanzar y ponerse delante del otro, mientras que parte de las aceras y de la propia calle son ocupadas por vendedores, lo que dificulta más aún el tránsito por lo cual decidí no ir conduciendo y abordar una de las llamadas ´´voladoras´´ (minibus público).
El vehículo prácticamente lleno transitaba por la avenida Nicolás de Ovando, haciendo ´zip zap´ para adelantar a otros vehículos, pero casi al llegar a la Duarte paró a recoger a una señora que llevaba un fardo de papel higiénico, el cual era tan alto que apenas podía cargarlo, sin embargo el joven que iba al lado, en la misma abertura de la guagua (porque no tenía puertas), lo agarró y le dijo ´´no se preocupe doña, yo lo llevo´´.
Todo el que iba en el vehículo, lo vió como algo normal, ya que para los dominicanos el trato cercano es un razgo característico de su cultura, además de su alegría y hospitalidad.
Varias calles más adelante subió un hombre cargado con una funda, alguien le preguntó qué llevaba en ella, por lo pesada que estaba, cuando se la agarró para que el dejara bajar a otro pasajero.
Fue cuando dijo que eran naranjas (chinas), ´oh, pero son grandes´, dijo una joven, fue entonces que él comenzó a repartirlas entre todos, indicando que trabaja en el mercado y que por lo general le lleva las ´´chinas´´ a su sobrina, que le gustan mucho.
La gente comenzó a bromear diciendole que algunas eran pequeñas, pero el rapidamente se las cambió por otras más grandes. En fin que un viaje que tardaba unos 45 minutos o más, por la congestión vehicular, pareció durar sólo 10 minutos, en un ambiente ´relajado´ y de bromas.