El teatro de Haffe Serulle se distingue por su intensidad física y gestual, su vocación poética y su compromiso crítico.

 

José Rafael Sosa

 

En Cuerpos de barro,  el sello de Haffe Serulle vuelve a desplegarse con fuerza. El montaje, en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, es altamente recomendable para quienes buscan originalidad. El texto dramatúrgico posee belleza, coherencia y un notable aliento poético, abordando temas sociales, personales e históricos con frescura y sin elementos superfluos.

 

Sus discursos están llenos de imágenes, sentencias y aforismos que combinan lo inspirador con lo cuestionador. Parte de su éxito es el método actoral que integra técnicas internacionales y exploración psicológica, destacando el manejo vocal para lograr matices guturales, agudos o graves sin dañar la voz.

 

La escenografía nace de la simplicidad: plásticos, telares, espuma, cartón y papel reciclado, enriquecidos con un uso inteligente de la luz y el color. La expresividad corporal es colectiva, evitando el movimiento escénico convencional y privilegiando la cohesión del elenco.

 

Serulle no busca popularidad ni promoción masiva; persigue un vínculo esencial entre actor y espectador que impacte la conciencia. Cuerpos de barro es un montaje que vale la pena ver.

 

Cuerpos de barro,  una propuesta impresionista y  radicalmente experimental, que divide opiniones: para algunos es fascinante, para otros desconcertante. Para todos, la recomendación es no perdérsela.

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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