Muchas mujeres todavía creen en un «príncipe azul» que las pueda salvar y mantener hasta la vejez, según un reciente estudio de la Universidad de Hiroshima. Ansa-cubasi.cu

De acuerdo a la investigación, el problema no concierne solo a las mujeres de las viejas generaciones que creían en el matrimonio sino que se continúa hablando de príncipes y potenciales princesas todavía hoy entre las jovencitas.
Cíclicamente se vuelve a hablar del hombre rompecorazones que salva a las mujeres de múltiples temores (de la pobreza, de la falta de belleza, de la falta de independencia económica, de la falta de un rango social, etc).

Los tiempos actuales parecen indicar que es hora de terminar con la «secreta obsesión femenina», dice el estudio, del «príncipe azul» y del «macho Alfa», dos mitos «realmente tóxicos».

Si las mujeres adultas crecieron con las fábulas de Disney y su feliz epílogo (que nunca reveló qué cosa sucedía luego de la boda), la pregunta del momento es la siguiente: ¿Las jóvenes de hoy creen aún en ello?.

En épocas de Greta Thunberg, de la joven activista que adhieren al movimiento #Fridayforfuture y del éxito de las historias para las buenas noches para «muchachas rebeldes» (en la cima de la clasificación de los libros más vendidos en todas las ediciones), ¿se puede asimismo pensar que sobreviva el mito de las varias Cenicientas, Blancanieves, Bellasdurmientes del Bosque, Rapunzel y Piel de Burro? ¿Las mujeres tienen todavía necesidad de un príncipe?».

Sí, sostienen los psicólogos involucrados en la investigación, que reconocen algo de atávico y persistente en los corazones femeninos, incluso aquellos de las generaciones X y Z, relacionado con la educación familiar y con la propia red de conocimientos. ¿El precio a pagar hoy cuál sería? Desilusión amarga, servida en una bandeja reluciente (boda de ensueño, por ejemplo).

Pero, ¿Cómo seguir los propios sueños sin caer en el mito tóxico? Lo mismo sucede con el afamado «macho Alfa», seguro de sí, el hombre de los sueños, determinado y corajudo, y también sexy.

Uno de los mitos más atemporales del mundo occidental, el hombre perfecto, no existe, como por otra parte se podría recordar a las mujeres que no existen la féminas perfectas.

El lema «Somos humanos» debería ser válido en las relaciones afectivas y, si fuera una pintura, ‘Cupido’ debería darle un vistazo a la punta de su flecha antes de dispararla.

Lo explica bien y lo describe con un lenguaje directo y sincero el psicólogo Giulio Cesare Giaccobe, autor del volumen «El Príncipe Azul no existe» (Ediciones ROI).

El experto recuerda que las mujeres sometidas a los hombres son todavía las 3/4 partes del planeta y que a no todas les es dado recibir una educación para la independencia y la autoafirmación por motivos sociales y culturales.

«Hoy el príncipe está representado por el hombre exitoso, que podrá preocuparse del corazón y las necesidades femeninas como primer pensamiento. En cambio, no es así. No existe el hombre de éxito que dedique su vida a una mujer. Sucede exactamente lo contrario», afirmó Giaccobe.

¿Y las Princesas?. Son afectas a neurosis infantiles, esto es porque tienen una cuota de desconexión con la realidad», explicó el especialista.

¿Como crece una mujer libre del mito tóxico?.»Las féminas se sienten bellas, seguras, amadas, realizadas y serenas si recibieron abundantes dosis de amor e inyecciones de autoestima de sus padres, no de príncipes azules», agregó.

«¿Cómo se derrota al mito y nos lleva a ser un par con el otro? Teniendo experiencias por nuestra cuenta», sostuvo Giaccobe. El secreto para las mujeres, subrayó, es «estar solas y libres, convirtiéndose primero en adultas y luego eligiendo a un hombre que consideren un compañero, un par». Finalmente, aconsejó «no caer en el trance del romanticismo de fábula. Es mejor apuntar al ‘feeling’ y a la relación sexual.

El romanticismo será fundamental más adelante en los años, no lo olviden en la edad madura».

Por Margarita Brito

Periodista con más de 20 años de experiencia en radio, televisión y prensa escrita. Esposa, madre y abuela. Escribo porque me gusta y porque nada me es ajeno.

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